Siempre me pilla de sorpresa cuando me preguntan quién me dio permiso para subir un cerro.Quedo siempre turulato. Hasta que logro articular algo, monosilábico... O un gesto, que indica hacia el cielo.
Hace muchos años, un general del Ejército, que además era un guerrero, me dijo que él no pedía permiso, porque era delegar el mando, darle a otro la responsabilidad que uno tiene sobre sus actos. Los militares y los cirujanos saben bien del mando. Y los montañistas.
Para resumir la respuesta en una declaración pseudofanática, pero certera: Dios. Dios me dio permiso. Porque nací aquí en esta Tierra, en este planeta azul, que descubrí más desde las cumbres. Allí encontré a quien me dio permiso... El resto son los miedos, que nos inmovilizan. Que nos atan al consenso. Quizás la mayor dictadura de todas.
Un pensador y filósofo, Gurdjeff, quien nació en Alexandropol, al sur de la cordillera del Cáucaso, en 1877, dice que sólo nos puede sacar de esa cárcel alguien que haya estado afuera. En mi caso fue Ítalo Valle quien me sacó. Mi compañero de aventuras. Certero y sutil.
Una vez, grabando Cumbres de Chile, en el bello y accesible volcán Villarrica, recién entrada la primavera, subíamos a paso raudo por la nieve -que reflejaba una luz maravillosa que se filtraba entre las nubes y el cielo azul diáfano de después de las tormentas- cuando cerca del cráter, una pequeña caravana uniformada de trajes amarillos se detuvo frente al camarógrafo. Y preguntaron si teníamos permiso. Ítalo respondió: "Sí". Quedé meditabundo. Por la intromisión. Y por la respuesta. "Ítalo no miente", me dije en silencio. Entonces, de repente, entre risa y duda, le pregunté: "¿Y quién te dio permiso?". Él indicó al cielo, como casi siempre hago yo.
De vuelta del volcán Chaitén he tenido que responder muchas veces esta pregunta. Y puesto en tela de juicio por la audacia de subir un volcán en erupción. Pero esta es audacia pequeña. Igual aventura. La misma que impulsa a los hombres a partir a lo desconocido. Desde el Puerto de Palos a la Luna, con los ojos abiertos. Más allá del miedo más grande: lo desconocido.
Moverse, a pesar del miedo, es la cuestión. Porque es la aventura que mueve el mundo. El viaje de la conciencia.
Mauricio Purto
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