viernes, junio 05, 2009

Entrevista: Conrad Anker, montañista


Conrad Anker saltó a la primera página cuando descubrió el cuerpo del mítico George Mallory, perdido en el Everest. Tal hallazgo clarificó las dudas que se tenían sobre el incierto destino del expedicionario inglés. Pero también sacó a la luz esa extraña fascinación que parece ejercer la muerte sobre los montañistas. ¿Qué hay de cierto en ello? ¿Es por eso que vuelven a subir una y otra vez? El propio Anker responde.
Texto: Sergio Paz

Retrato: Carla Pinilla

"Aquí está mi tarjeta", dice Conrad, cuando me acerco a conversar con él en la Feria Outdoor que se realizó hace unas semanas en CasaPiedra. Conrad, por cierto, es la estrella del evento y en el instante en que lo saludo le llueven flashs y preguntas. Claro que Anker ni siquiera se inmuta.

Veo su tarjeta: lleva impresa una foto de él mismo caminando en la Antártida. Lo acompaña otro "oso" muy abrigado. Es Jon Krakauer, el autor de "Mal de Altura", ese best-seller que resume la tragedia de un grupo de turistas cuando intentaban subir el Everest.

Conrad, por cierto, también ha llevado turistas a la montaña. En todo caso, basta leer su tarjeta de presentación para confiar en sus servicios.

Una larga lista de míticas montañas figura en su insólito currículum: el Denali en Alaska, el Vinson en la Antártida, pero también el Everest, el traicionero cerro Torre, en fin.

Quedamos de encontrarnos al día siguiente. "Estaré en el stand", dice Conrad, ya que ha llegado a Chile invitado por The North Face, una compañía de ropa para alta montaña.

En el entretiempo reviso algo de su biografía. Y reparo en un dato increíble: hace tres años una avalancha sepultó a Alex Lowe y David Brigdes, dos grandes amigos de Anker con los que intentaba subir el monte Shishapangma en el Tíbet. Lowe era entonces el Chino Ríos del montañismo norteamericano y, tras su muerte, Conrad no sólo se hizo cargo de su familia, sino que se casó con Jennifer, la mujer de Lowe.

En todo caso, Conrad (39 años, nacido en San Francisco y fanático de la Patagonia chilena) no es famoso por eso sino por haber encontrado el cuerpo de Mallory muy cerca de la cumbre del Everest.

­Tú eres un escalador de grandes paredes, lo cual requiere una técnica muy compleja y depurada. ¿Dónde aprendiste?

"Mucho de lo que sé lo aprendí en el Parque Nacional Yosemite, en California. Ahí está una pared de granito parecida a las Torres del Paine que se llama El Capitán y que es una de las grandes escuelas del llamado big wall. Mi récord ahí fueron doce horas. Lo normal es que una cordada tarde tres días".

­¿Qué montañas subiste en la Antártida?

"Fueron varias, pero de partida subí el monte Vinson, en la Península Antártica, que es la montaña más alta del continente. El Vinson tiene casi cinco mil metros, y la primera vez que lo subí fue hace diez años, aunque he estado ahí muchas veces".

­¿Es diferente hacer montañismo en la Antártida que en otras regiones del mundo?

"En la Antártida hace mucho frío, pero lo que te reconforta es la belleza del lugar. En comparación con un lugar como el valle de Santiago, donde siempre están cambiando los glaciares y ríos, en la Antártida las cosas cambian cada mil años. Los hielos ahí están siempre igual y se trata de un lugar sobrecogedoramente silencioso y salvaje. Alguna gente piensa que un lugar salvaje es aquel que está repleto de leones o jaguares hambrientos. Pero también lo es aquel donde reina el silencio. Cuando estás en la cumbre del Vinson, de hecho, puedes ver la curvatura de la Tierra y no escuchas nada. Eso es algo que no logras percibir ni siquiera en los Himalayas".

­A propósito de lugares salvajes, tú subiste el Torre, un cerro de la Patagonia que basta mirarlo de lejos para enmudecer.

"En la Patagonia estuve en total siete meses durante cuatro años. Escalar en la Patagonia es increíble, y siempre estás rodeado de vistas increíbles. Lo único desesperante es el mal tiempo. En todo caso, poco a poco comienzas a vivir el Patagonia life style, que implica comer muchos asados y permanecer tranquilo mientras esperas que mejore el tiempo".

­Entiendo que cuando se sube el Torre, cerca de la cumbre te encuentras con un hongo de hielo del porte de la torre Entel. ¡Suena espeluznate!

"Y lo es ¡Fue terrorífico! Teníamos mucho miedo. Si ahí das un paso en falso te vienes abajo rápidamente así es que tienes que ser muy cuidadoso. Además, cuando avanzas por ese hongo nunca sabes lo que va a pasar: nunca sabes si el hongo se va a caer o qué".

­Hablemos de la expedición al Everest que tuvo como objeto encontrar el cuerpo de George Mallory. ¿Cuál era tu misión?

"La expedición de Irvine y Mallory se había realizado el año 1924, y ellos fueron vistos por última vez en junio de ese mismo año. Desaparecieron en una nube y nadie nunca los volvió a ver, llevándose consigo el misterio de si habían logrado llegar a la cumbre del Everest. En 1975, un montañista de origen chino dice haber visto el cuerpo de un inglés muerto. Él contó la historia a un japonés, y él alimentó la idea de que si se encontraba el cuerpo de Irvine, que llevaba consigo una cámara Kodak Vest Pocket, la solución del misterio se encontraría al revelar el rollo".

­¿Y tú debías aplanar el Everest como un bulldozer?

"Yo era el hombre del 'segundo escalón. Tenía que intentar escalar en estilo libre, siguiendo la ruta que hicieron Irvine y Mallory por la cara norte del Everest. Esta ruta tiene tres partes de dificultad rocosa que implican algo más que caminar. La clave de ese ruta está justamente en el segundo de ellos, y la idea era que yo intentara subir por ahí para ver si en la época en que ellos lo hicieron se hubiera podido lograr".

­¿Y cuál fue la conclusión?

"De eso hablo en "El explorador perdido", el libro que coescribí después de la expedición. Ahí explico por qué superar la prueba, con los medios técnicos de entonces, era imposible. Se trata de un lugar muy alto y de difícil acceso. Para subirlo necesitas de técnicas realmente sofisticadas. Y en ese tiempo la única posibilidad era tomar una piedra, amarrar la cuerda y empotrarla, pero aún así lo que allí hay es una fisura ancha que requiere una técnica realmente compleja. Por otra parte, cuando decidí atacar la cima, me di cuenta que sobre la segunda banda rocosa no había restos de ningún rapel. Eso significa que, imaginando que ambos subieron utilizando algún sistema bastante ilógico, mucho más ilógico es pensar que podían bajar por ahí mismo".

­Lo cierto es que fuiste tú quien encontró el cuerpo de Mallory.

"Dos semanas antes había llegado a la cumbre, y los días siguientes realizábamos travesías para encontrarlo. Un día, cuando los del equipo vieron que me alejaba demasiado, me gritaron que volviera. Yo no les hice caso, y seguí caminando intuyendo dónde podía estar, hasta que de pronto lo vi. Fue un momento muy impactante. No sé cómo explicarlo. Siempre que subes una montaña tienes que aceptar el hecho de que la muerte está ahí, y para hacer bien tu trabajo tienes que estar en paz con eso. No obstante esa certeza, ese momento fue extraño, abstracto, increíble".

­¿Qué hicieron con el cuerpo de Mallory?

"Hicimos una misa y leímos un salmo. Luego lo enterramos ahí mismo".

­Sin embargo, cuando la expedición tuvo éxito, hicieron circular una fotografía muy fuerte que indignó a la familia de Mallory.

"Una fotografía fue enviada satelitalmente a una estación de televisión. Fueron muchas las revistas y diarios los que se interesaron en ella, y al final la publicaron como si se tratara de una noticia más de la prensa amarilla. El problema fue que se hizo un negocio con eso. En todo caso yo hablé con un nieto y una nieta de Mallory, y ellos entendieron que nosotros también éramos montañistas y aceptaron lo que habíamos hecho. Yo acepto que las cosas se escaparon de nuestras manos, las fotos llegaron a quienes no tenían que llegar, y al final la familia terminó muy dolida".

­Es un buen momento para preguntarte sobre la muerte. ¿Piensa en la muerte un montañista de tu nivel cuando parte a una cumbre?

"Por supuesto que sí. Lo que sucede es que tener miedo, sentir cercana la muerte, es algo que te hace bien no sólo para subir montañas sino también para vivir mejor".

­Eso suena extraño, considerando que tu familia fue antes la familia de un amigo tuyo que murió en una avalancha.

"Yo pienso que uno tiene que hacer lo que quiere hacer, procurando no hacer daño a la gente y al medio ambiente. En cuanto a mi familia, ellos saben que esto es riesgoso, especialmente los niños que son muy listos y se dan cuenta de todo. Pero para el niño cuyo padre es bombero es lo mismo y para el hijo de un militar igual. Lo importante es cuidarlos y darles amor".

Fuente: www.emol.cl

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