miércoles, mayo 30, 2007
"Tres meses duró la recuperación. Tres meses en que dudé si esto era lo mío".
Un hombre y una montañaMauricio Purto Existen momentos cruciales en la vida de los deportistas, cuando deciden que el deporte que practican es lo suyo, su vida. Pero hay momentos, también cruciales, cuando esa decisión flaquea. La claudicación generalmente va de la mano con crisis existenciales, como la pérdida de una pareja o la incapacidad de generar los medios para costear una subsistencia material que coexista con su entrenamiento.Los deportistas quedan generalmente "huérfanos" cuando terminan sus estudios superiores, cuando dejan el colegio o la universidad, y el primer y único auspiciador resulta ser el hogar familiar.Cuando terminé mis estudios de medicina, en 1985, fue mi momento. Era seguir la senda del médico abocado a su práctica rutinaria o indagar en la senda de la montaña. Entonces aventurarse en el montañismo era un llamado, pero la incertidumbre del cambio, de dejar el camino conocido, era fuerte y atrapadora. Me congelaba. Sin embargo, el magnetismo de las cumbres fue más fuerte.Y partí a Italia, a vivir al pie de los Dolomitas, y cerca de los Alpes, a La Meca del montañismo, para indagar en mis límites y perfeccionar mi afán.Fue duro. Tuve momentos de duda. De dejarlo todo... Escalando la Pirámide de Tacul... Corría el verano de 1986, y el día asoleado con un cielo azul profundo mostraba las montañas alpinas en un espacio de belleza cósmica. Con Roberto Chiapa, director del socorro alpino, escalábamos una ruta de granito bella y expuesta. Alternábamos la punta en una progresión atlética. Estábamos entrenados, y él era una estrella con experiencia, un mito viviente, que infundía seguridad en el límite vertical.Otra cordada bajo nosotros gritaba en demasía sus comandos contrastando con la templanza del compañero italiano.Una fisura por donde cabe justo la punta de mi zapato permite avanzar en esta roca muy estable, compacta, segura, ideal. Un parque de diversiones donde los anclajes son fiables... Enfrento un pequeño desplome. Más allá de la vertical, el paso es delicado. Separo mi cuerpo de la roca y ataco una pequeña presa con la mano derecha. Me balanceo y piso casi en adherencia un pequeño resalte. El paso está resuelto. Avanzo...Y el pie cede... Y el vacío, y la caída. Roberto no me ve... Y lo sorprendo. Me frena con la cuerda, pero es tarde para una caída limpia. Mi pierna derecha se estrella cerca del anclaje... Luego sigo en el vacío hasta sentir el freno..."¿Como estás?", escucho que dijo Roberto con su voz ronca. Me costó decirle... "Nunca mal...". Lentamente escalo mientras me iza... En la pequeña terraza recupero el aliento... "Te resistió el último clavo, doctor de... ¿Qué te pasó?"."No sé, quizás me desconcentré... No sé escalar en granito"."Te frené muy tarde. Me sorprendiste. Yo también me desconcentré", acotó fríamente.Tres meses duró la recuperación. Tres meses en que dudé si esto era lo mío. Hasta que medité en la antítesis. Revisando mi bitácora en una cálida noche primaveral en Courmayeur, a los pies del Monte Blanco, medité si podía ser la vida sin subir montañas. Y no lo resistí. En ese momento, en una revolución de sentimientos, no cupo duda. Y escribí. Nadie se muere antes. La seguridad es una ilusión. El siguiente segundo no nos pertenece. No se puede comprar. Quiero vivir el desafío más puro. Un hombre y una montaña.
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